domingo, 6 de diciembre de 2009

CLIMENT
En la aldea nadie practica el arte de la pintura. Por eso, el día que llegó Climent fue un día extraordinario. Climent es pintor impresionista y ha decidido tomar las huertas de la aldea como modelo para su pintura.
Climent es mallorquín y él se dice genio. Es sin embargo, eso sí, lo que corresponde a un artista que se estime genio: un bicho raro, nombrándole con propiedad en castúo. Sin embargo, setenta exposiciones a lo largo y ancho de la ancha y larga geografía española avalan su rodar por los caminos del arte.
Climent baja todos los días desde su casa a la plaza donde media docena de bares le aguardan para que empiece a beber cerveza. Y se ha hecho tan famoso en estos bares que es imposible que pase desapercibido. Su vestimenta es monótona, siempre se arropa con trajes de color blanco, ya sea chaqueta, pantalón y chaleco blancos, aumentados con la añadidura de zapatos, camisa y corbata del mismo color. Decía que bajaba todos los días a la plaza con aire de espadachín enteco, de Cyrano de Bergerac sin espada, le da este aspecto la larga cabellera blancuzca a veces recogida en una cola, su pronunciada nariz, su voz grave como la de un ogro de cuento infantil y no deja pagar a nadie en la barra donde él bebe.
El Climent siempre paga, su mano es incansable en el ir y venir del bolsillo al mostrador y nadie consigue, aunque se lo proponga de veras, abonar la ronda de turno.
De momento, el pintor ha demostrado ser, si no un genio de la pintura, que está por ver, sí un genio de la publicidad, toda la aldea habla de él. Así que será oportuno ir pensando en declararlo objeto de interés turístico e hijo adoptivo de la aldea.
José Larrey

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