jueves, 24 de diciembre de 2009

el BARÇA

EL BARÇA
Las lágrimas de alegría de Guardiola estuvieron a punto de inundar el estadio, y los bien cuidados y pintados cuatro pelos de su vicecalva se pusieron a hacer la ola. Acababan de ganar la sexta copa de los seis torneos disputados. Aquello presuponía que Catalunya era un poco más de nación independiente, un orgullo bien entendido se extendió por todo el país mediterráneo, el Barça era un superequipo que no podía compararse a ningún otro, incluido el Real Madrid. Pero toda victoria tiene sus detractores y esta vez no podía ser menos y empezaron a sacarle alilayas los envidiosos del deporte supremo. Iniciaron su crítica por minimizar al equipo aduciendo que era un conjunto bastardo porque sus componentes no eran todos de la Catalunya patria, vamos que había gente de Argentina como un pequeñajo llamado Messi, de Brasil que aportaba su sabiduría carioca, africanos que les daban más fuerte al balón con sus potentes muslos, de Portugal, de España, el país vecino, algún nórdico… en fin, un enjambre de foráneos los cuales no tenían ninguno de ellos por nombre el de Jordi ¿Dónde se había visto que un equipo de la Catalunya patria no tuviese ningún jugador llamado Jordi? Eso era inaudito. Después se entraba en el capítulo de lo político. ¿Cómo tras de tener tal equipo el país subandorrano iba a estar supeditado a los mandamases de Madrid que organizaban la liga de España, que era una nación subdesarrollada que no sabía hablar catalá? Habría que inventar la liga catalana para lo cual se traerían diecinueve equipos importados de África a los que solo habría de pagarse a los jugadores el salario mínimo. Luego de largas meditaciones Laporta bailó una sardana porque al fin se había dado con la tecla.
José Larrey-Humorista

domingo, 6 de diciembre de 2009

CLIMENT
En la aldea nadie practica el arte de la pintura. Por eso, el día que llegó Climent fue un día extraordinario. Climent es pintor impresionista y ha decidido tomar las huertas de la aldea como modelo para su pintura.
Climent es mallorquín y él se dice genio. Es sin embargo, eso sí, lo que corresponde a un artista que se estime genio: un bicho raro, nombrándole con propiedad en castúo. Sin embargo, setenta exposiciones a lo largo y ancho de la ancha y larga geografía española avalan su rodar por los caminos del arte.
Climent baja todos los días desde su casa a la plaza donde media docena de bares le aguardan para que empiece a beber cerveza. Y se ha hecho tan famoso en estos bares que es imposible que pase desapercibido. Su vestimenta es monótona, siempre se arropa con trajes de color blanco, ya sea chaqueta, pantalón y chaleco blancos, aumentados con la añadidura de zapatos, camisa y corbata del mismo color. Decía que bajaba todos los días a la plaza con aire de espadachín enteco, de Cyrano de Bergerac sin espada, le da este aspecto la larga cabellera blancuzca a veces recogida en una cola, su pronunciada nariz, su voz grave como la de un ogro de cuento infantil y no deja pagar a nadie en la barra donde él bebe.
El Climent siempre paga, su mano es incansable en el ir y venir del bolsillo al mostrador y nadie consigue, aunque se lo proponga de veras, abonar la ronda de turno.
De momento, el pintor ha demostrado ser, si no un genio de la pintura, que está por ver, sí un genio de la publicidad, toda la aldea habla de él. Así que será oportuno ir pensando en declararlo objeto de interés turístico e hijo adoptivo de la aldea.
José Larrey